El 12 de octubre de 2023 llegué al campamento base del Everest en Nepal, la culminación de una caminata de 16 días por el Himalaya.
Déjame decirte lo que vi.
El campamento base de la cara sur se encuentra a 5.364 metros sobre el nivel del mar. Es el lugar donde los escaladores pasan semanas aclimatándose y preparándose para intentar llegar a la cumbre. Es lo más lejos que podrán llegar casi todos los que habitamos este planeta. Más precisamente, poco más de 6.300 personas han alcanzado la cima del Everest, algunas más de una vez, lo que suma casi 12.000 cumbres desde la primera ascensión en 1953.
Alcanzar la cima del Everest, a 8.858 metros, es una hazaña lograda por aproximadamente el 0,00008% de la población mundial.
¿Cómo es el campo base del Everest y el valle de Khumbu?
El valle de Khumbu, hogar del Monte Everest y otras montañas de más de 8 km, es un lugar de extremos. Tan bella como hostil. Entonces piensas que, desde el campo base, la montaña está ahí, a tus pies, ¿no? No está. El Everest ni siquiera es visible desde los campamentos.
Surge de un macizo de rocas cubierto por la cascada de hielo de Khumbu, junto con otros gigantes, Nuptse y Lhotse. Para empezar a acercarte a las paredes de la montaña más famosa del mundo, primero debes cruzar la puerta de acceso a la misma: la cascada.
Muchos consideran que la cascada de hielo del Khumbu es la sección más peligrosa del ascenso, inestable e impredecible. Grandes trozos de hielo se desprenden sin previo aviso. Hay constantes avalanchas que arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Superarlo requiere atravesar un laberinto de grietas del glaciar, conocidas como grietas. Son obstáculos que cualquier montañero afronta con profundo respeto.
En cada temporada de escalada al Everest, un trabajo heroico precede a la llegada de los escaladores occidentales. Los sherpas, que no son un sherpa cualquiera, fijan las cuerdas de soporte para el ascenso y “cosen” escaleras metálicas sobre la cascada, permitiendo el cruce más seguro posible. Se les conoce como “médicos de la cascada de hielo”.
Pero no hay mucho que arreglar en la naturaleza. Lo único que los médicos pueden hacer es tratarla bien.

Everest y sus dos caras
El Everest no es la montaña más bella, ni la más exigente técnicamente. Tiene dos caras: al sur, en Nepal, y al norte, en el Tíbet. También tiene dos mitades. Uno es un sueño; el otro, fetiche. Los montañeros más puristas lamentan que la codicia de las expediciones comerciales haya profanado un lugar sagrado. Sagarmatha –la diosa madre, entre otros significados atribuidos al nombre nepalí del Everest– no debe estar contenta.
Ella tiene sus razones. En la congestión de la zona de la muerte, por encima de los 7 mil metros, hay mucha gente desprevenida esperando que llegue la muerte, como dijo Raúl. Con tantas trampas móviles que atraviesan la cascada de Khumbu, te sorprenderá el hecho de que más de la mitad de las muertes ocurren en el camino hacia abajo. Los montañeros mueren de agotamiento.
Frente al glaciar, Lhotse, Nuptse y, justo detrás, la enorme pirámide en la cima del Monte Everest, me recosté en una roca que, recuerdo bien la sensación, tenía la comodidad de una butaca de cine. Pasé mucho tiempo allí, solo, pensando en cómo alguien, un día, tuvo la gran idea: “mira, creo que podemos llegar”.
¿Puedes llegar allí? ¿De qué manera? ¿A que costo?

Es cierto que hoy en día el precio es de unas pocas decenas de miles de dólares. Las expediciones exitosas sugieren que con buena condición física, una pequeña fortuna y un equipo privado de sherpas y guías, cualquiera puede llegar a la cima, si la montaña lo permite. Desde mi sala de cine, después de lo que vi, tengo mis dudas. Dudo de mí mismo: ¿podría hacerlo?
Resulta que estas personas, de una forma u otra, logran lo inalcanzable. Ví. Y esta lógica sólo puede disiparse ante un acto de fe. Con una voluntad enorme, del tamaño de las montañas más grandes del planeta.
Desde mi sillón de piedra, justo encima del campamento base, vi el Everest. Pero también vi otras cosas: sacrificio, coraje, muerte y memoria. El costo de apuntar tan alto es el renacimiento.
* Silvia Paladino es periodista, escritora de narrativas de no ficción y editora de Destino Paralelo, un proyecto de narrativa de viajes que descubre lugares recónditos del planeta.
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