Cuando vemos fotos del Mar Caribe ni siquiera se nos ocurre que Aruba es un desierto. Pero ojo, que el interior de la isla está lleno de cactus de los más diversos tamaños, dunas de arena, paisajes áridos y cuevas subterráneas.
Dentro de los límites del Parque Nacional Arikok, una reserva natural que ocupa alrededor de una quinta parte del territorio de Aruba, los atractivos que ofrece a los turistas son muy diferentes a la sombra y el agua fresca de las playas: allí te esperan senderos y safaris.
La mejor manera de explorar el desierto es a través de senderos a los que sólo se puede acceder en vehículos 4×4. Varias empresas ofrecen visitas guiadas por la región. Saliendo del centro de la capital, Oranjestad, nos subimos a los jeeps amarillos de De Palm Tours (tienen guías que hablan portugués) y nos adentramos en el paisaje salvaje con apenas unos minutos de viaje por carretera y mucho empujón de vehículos. Pero no te preocupes, la belleza de la región compensa cualquier malestar.
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La primera parada fue en Ayo Rock Formations, una zona de colinas y formaciones rocosas inusuales que destacan en el relieve predominantemente plano y suelo arenoso de Aruba. Allí podrás explorar un poco a pie y subir a las montañas para tener una vista privilegiada de la isla.
Luego nos reconectamos con el mar y algunos de los paisajes naturales más hermosos que he visto en Aruba. Las playas vírgenes y los puentes naturales son uno de los aspectos más destacados de este recorrido. Tallados por las olas, estos puentes son formaciones habituales en la costa norte de la isla. Desafortunadamente, el más grande y famoso de ellos, el Puente Natural, se derrumbó en 2005. Los que quedaron, sin embargo, aún merecen una parada para tomar fotografías.
Un poco más adelante nos topamos con las ruinas de Bushiribana, una importante mina del siglo XIX que produjo, en su apogeo, hasta 1.500 toneladas de oro fundido. La construcción está ubicada en una región estratégica para evitar ataques piratas: además de la vista privilegiada del mar, todavía es imposible que un barco atraque en el lugar elegido. La mina fue diseñada para que pareciera un fuerte militar, en un intento de engañar a los posibles ladrones.
Justo enfrente se encuentra el famoso “Jardín de los Deseos”, una zona llena de pequeñas esculturas hechas con piedras apiladas dejadas por los turistas. De manera humorística, el guía aseguró que la práctica fue creada por viajeros y nada tiene que ver con la cultura de la isla.
Un grupo de turistas inventó la moda y varios otros la perpetuaron, hasta que las esculturas se convirtieron en parte del paisaje y un punto de interés de la región. Sin embargo, como el principal mercado de Aruba es el turismo y no son tontos ni nada, los guías empezaron a vender la idea de que cada piedra apilada representaba un deseo que te gustaría ver cumplido. Si eres supersticioso o simplemente no haces nada, puedes contribuir al jardín dejando tu propia escultura. No hará ningún daño.
La última parada del recorrido fue en la Capilla Alto Vista, la primera iglesia católica de la isla, construida en 1750. El edificio está ubicado en uno de los puntos más altos de Aruba y sigue siendo un hito importante para los locales en la actualidad. Desde allí también es posible tener unas vistas increíbles de la isla y del mar y, dicen, también una preciosa puesta de sol.
Al final los guías nos dejaron en el restaurante El Faro Blanco, que sirve comida italiana y tiene vista a la playa. El recorrido duró 4 horas y costó alrededor de 100 dólares estadounidenses. El precio incluye snacks y agua, pero el almuerzo se paga aparte.
*La blogger viajó invitada por Pullmantur Cruzeiros